Los hombres y las mujeres de hoy pasamos muchas horas al día en el gimnasio o haciendo cualquier deporte, controlando las calorías en nuestras dietas, utilizando cosméticos, tostando la piel, cambiando de peinado, de vestimenta o acudiendo a la cirugía para buscar nuestro ideal de belleza. Sin embargo, la historia nos dice que este canon ha cambiado con el tiempo, que cada época ha tenido el suyo y, por tanto, los gustos han sido muy distintos de unas épocas a otras ya que todos los prototipos que han existido y existirán responden a mentalidades diferentes, a otras necesidades, a otras formas de entender la vida, a otros modelos de mundo que afectan a nuestra concepción de la belleza, concepción que se debe, en buena parte, a convenciones culturales. La literatura ha reflejado este fluctuante canon de belleza, aunque, para dar una noción más exacta de ello, debemos acudir no sólo a la literatura, sino a la escultura y la pintura, pues de estas dos artes tenemos testimonios más antiguos y variados sobre el canon de belleza.
Los cánones o patrones de belleza, variables y pasajeros, han respondido a motivos sociales y económicos. Así, por ejemplo, las mujeres ricas de antaño debían ser gordas para demostrar que no tenían por qué trabajar y que comían abundantemente. Hoy día, en los países desarrollados, la obesidad es considerada una especie de epidemia que provoca miles de muertes debido a enfermedades derivadas del exceso de peso. Y eso no vende. Lo que hoy tiene éxito y se vende es un cuerpo delgado, ágil y esbelto que demuestre a los demás que puede consumir alimentos escogidos y tiene tiempo suficiente para ir al gimnasio o hacer deporte.
El canon de belleza femenino tiene una fórmula clave: el culto a la imagen. Se trata de una figura esbelta, altura superior a la media, apariencia deportiva sin incurrir en lo atlético ni excesivamente musculoso, piel tersa y bronceada, ojos grandes, nariz pequeña, boca grande y labios gruesos, medidas publicitarias (90-60-90), senos firmes, simétricos y sólidos, vientre liso, pelo largo (a partir de los 50 también corto), piernas largas y torneadas y, sobre todo, tener menos de treinta años. La eterna juventud se ha impuesto en la estética: la figura firme, la forma intacta y el resto de la vida por delante para cumplir los grandes sueños. Éste es el patrón del siglo XXI del que se beneficia el mercado.
Pablo S.
No hay comentarios:
Publicar un comentario