Hace mas de 3.000 años, en una pequeña aldea, un joven se presento a su maestro y le dijo : «Vengo porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. ¿Qué puedo hacer para que me valoren más? Ya ni siquiera se quien soy yo». Sin mirarlo, el maestro le dijo que en esos momentos tenia un grave problema y que no estaba para esas cosas; le explico que necesitaba dinero urgentemente y le propuso que si le ayudaba, estaría en breve a su disposición. El joven acepto sin pensarlo. El maestro se saco el anillo que llevaba puesto y le dijo al muchacho: «Ve, toma mi caballo y llégate al mercado. Alí vende este anillo, pero no aceptes menos de una moneda de oro». Después de mucho andar y de ver a muchos mercaderes que solo le ofrecieron monedas de latón y alguna que otra baratija, el joven volvió abatido y con la amarga sensación de haber fracasado.
Al llegar, le dijo al maestro con profundo pesar que no se podía engañar a nadie con el valor del anillo. El maestro sonrió satisfecho al oír esta frase, así que le sugirió que para averiguar el verdadero valor fuera al joyero. Le dijo también que no lo vendiera, solo que averiguara su valor.
Al cabo de unas horas, llego corriendo el joven con la noticia de que podían darle 58 monedas de oro por el anillo. Emocionado le explico al maestro la nueva, y este, después de escucharle pacientemente, le dijo : «Ahora siéntate y préstame toda la atención que puedas. La lección que debes aprender es que tu también eres una joya valiosa y única. Y como tal, solo puedes ser valorado por un experto que conozca bien de lo que habla. Y ese experto solo puedes ser tú». Después de decir esto, volvió a ponerse el anillo y siguió su camino.
4 comentarios:
Maravillosa historia. Me ha alegrado el día. ¿Quién es el autor?
Un gran Maestro. Un Maestro con mucha sabiduría. El Maestro que todo niño debería tener a su lado mientras está creciendo y aprendiendo.
A lo dicho por el Maestro, quiero agregar lo que es obvio para todos, lo que todos sabemos que se debe hacer:
Debemos esforzarnos muy en serio, con los ojos bien abiertos y el alma dispuesta a poner manos a la obra (ahora, no más tarde o mañana o pasado mañana) en ser mejores humanos. En ayudar a aquellos que nos necesitan. En dar amor y felicidad a nuestros padres, a nuestros hijos, a nuestros hermanos. En ser mejores amigos, mejores compañeros, mejores vecinos. En aprovechar el tiempo al máximo. En tratar de mejorar la sociedad hasta donde podamos. En hacer todo aquello que es bueno y es útil y nos hace bien.
Así, cuando llegue la hora de valorar toda nuestra vida, de pensar en qué hicimos con el tiempo que en suerte nos tocó, de mirar hacia atrás y contemplarnos con ojos viejos, tengamos la tranquilidad y la dicha de haber hecho un buen trabajo. Entonces estaremos en paz con nuestros pensamientos, con nuestro corazón, satisfechos y felices por una labor bien cumplida.
Grandes hombres y mujeres han dado estos consejos por miles de años.
Entenderlos y apreciarlos es sólo el primer paso.
¡Saludos!
Hola Carlos. Como siempre sobran las palabras después de leerte.
Un gusto poder gsutar de tus letras después de un tiempo.
Un abrazo.
Si no nos valoramos nosotros mismos, no nos pueden valorar los demás.
Saludos.
Hola Neurotransmisores: Gracias por visitarnos. Es como dices amigo, depende mucho de nostros mismos.
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