¿Cómo ven los jóvenes a los "viejos"?

Una encuesta realizada a estudiantes universitarios muestra una visión muy negativa y prejuiciada de los adultos mayores y los ancianos, percibidos en su mayoría como enfermizos, frágiles, dependientes, improductivos, ineficientes y sexualmente inactivos.

Expresiones como "la vieja de castellano", para referirse a una profesora que no tiene más de 35 años, o declaraciones como "¡no me metería con ese viejo!", salidas de la boca de una chica que descarta relacionarse con un universitario ocho o diez años mayor que ella, relevan muy claramente los abismos generacionales que se pueden crear a nivel de niños y jóvenes por cuestiones de edad. Si unos pocos años de diferencia pueden levantar barreras

infranqueables de comunicación a esas edades, qué podemos esperar entonces de la imagen que tengan los niños y jóvenes en relación a un verdadero adulto mayor, alguien que ha pasado la barrera de los 50, o a un anciano hecho y derecho, "un abuelito" como se dice en jerga coloquial.

Los jóvenes se han quedado sólo con una parte de lo que es envejecer, asociada a enfermedades, marginalidad y e incapacidad. Y como el promedio de edad de las personas ha ido aumentando paulatinamente, hasta llegar a los 80 años o más, se trata entonces de una actitud discriminatoria que afecta a un sector cada vez más importante de la sociedad. Estos prejuicios sobre la vejez surgen en una sociedad como la actual que privilegia la belleza y la juventud por sobre otros valores.

Con respecto a la sexualidad, los jóvenes estimaron que eran inactivos el 50% de los adultos mayores, el 49% de los ancianos y el 58% de las ancianas; y activos, sólo el 9% de los adultos mayores, el 6% de las ancianos y el 5% de las ancianas. Esto contrasta abiertamente con otros estudios que sugieren que el 80% de los hombres y el 60% de las mujeres sobre los 70 años mantendrían algún tipo de actividad sexual.

En cuanto a la independencia, productividad y eficiencia de los individuos de la llamada "tercera edad", las respuestas de los jóvenes fueron igualmente negativas. Sólo el 19% de los jóvenes consideró que los adultos mayores eran independientes; el 25%, que eran productivos y el 23% que eran eficientes. En cambio, sólo un 15% dijo que las ancianas serían independientes; un 14%, productivas y un 18%, eficientes. Los ancianos quedaron aquí nuevamente al final de las estadísticas, como muy dependientes, improductivos e ineficientes. También aquí se aprecia una contradicción con la realidad, ya que el 65% de la población adulta es independiente y autovalente y el 31% tiene algún grado de dependencia. Sólo un 4% es netamente dependiente. Enfermizos y desamparados En lo que a salud se refiere, las percepciones son peores: según los estudiantes, el 12% de los adultos mayores, el 8% de las ancianas y sólo el 5% de los ancianos serían personas saludables.

En Japón, un país que respeta mucho a sus ancianos, las experiencias de reunir a adultos mayores con niños son sistemáticas. Allá hay cada vez menos hogares con tres generaciones viviendo juntas. Por lo tanto, esta integración es crucial. Como en otras culturas asiáticas, se valora más la experiencia y sabiduría de vida de los mayores que otros aspectos relacionados con la vejez. Un estudio realizado por la Universidad de Tokio preguntó a mujeres jóvenes si estarían dispuestas a cuidar a sus madres cuando ellas estuvieran incapacitadas o si preferirían enviarlas a alguna institución especializada. La mayoría dijo que asumiría la responsabilidad, independientemente de la relación mantenida con ellas en el pasado, porque se trata de un deber filial. Deber o amor filial, el hecho es que los adultos mayores y los ancianos merecen el respeto, el cariño y el apoyo no sólo de sus hijos sino de toda la sociedad.